“Cofrade, Hermano y Penitente “
Luis P. Valdés Pastor
Si partimos de
la base de que no existe un acuerdo unánime sobre si las cofradías de Semana
Santa constituyen actualmente un hecho religioso o no, pues hay quienes las
consideran exclusivamente un hecho cultural, lo que sí está extendido es la
afirmación de que: “es religioso todo aquello a través de lo cual buscamos a
Dios o intentamos ponernos en relación con Él “.En todo caso, parece fuera
de toda duda el significado religioso que han tenido las antiguas cofradías que
puede ser contemplado desde diversos puntos de vista: 1.- Búsqueda de Dios: A través de las imagenes y
de la penitencia. El pueblo busca a Dios, de una forma colectiva, por medio de
las imagenes que lo representan o de las que representan a sus más próximos: El
Cristo de la Caída. La imagen representa aquello que no pueden expresar las
palabras. Es una búsqueda directa y
sencilla, no intelectual, sino casi mística. Es una búsqueda en la que lo
experimentado, lo vivido, lo sentido, en definitiva, lo emocional, es
fundamental. Las cofradías y sus
procesiones, por la facilidad con que llegan al público, ofrecen a todo tipo de
personas una vía de acercamiento a Dios, incluidas aquellas cuya única vivencia
religiosa tiene que ver con las Cofradías de la Semana Santa. También ofrecen a la Iglesia
una vía de acercamiento, difícil pero válida para llegar a determinadas capas de
la población en el marco de una sociedad muy secularizada. El pueblo también busca a
Dios a través de la penitencia, como medio de imitación del dolor de Jesús y su
Madre, con el fin de obtener santificación personal y la salvación. El pueblo no busca a un Dios
distante, sino un Dios próximo, con el que se siente identificado porque
experimenta vivencias humanas: dolor, sufrimiento, soledad, en el marco del
silencio y recogimiento, y dentro del anonimato de su capucha y la humildad de
su Vesta. 2.- Catequésis: Las procesiones se
convierten en un medio de instrucción religiosa del pueblo. El objetivo de las
procesiones penitenciales es la representación directa y popular de la Pasión
fuera de los templos. Las procesiones eran, en sus
orígenes, sin pasos. Desde el concilio de Trento (1545-1564) las imagenes toman
protagonismo. Éste potencia el culto y la devoción a las imagenes y su
utilización en los desfiles procesionales en todo el mundo católico para
combatir la iconografía hereje y robustecer la fe del pueblo fiel a la Iglesia.
Esta potenciación se hace especialmente patente en España, Francia e Italia.En
estos lugares, el sentimiento religioso que promueve la Pasión de Cristo se
exterioriza en forma de procesiones. La Espiritualidad se expresa en los pasos y
en los cofrades. La producción de imagenes se
dispara y promociona como medio para dirigir el pensamiento del pueblo hacia
Dios. Se concede gran importancia a la capacidad de los artistas para dotar a
sus obras de un espíritu devoto. La imagen en los pasos de misterio debe ser
didáctica, mostrando los episodios de la pasión, y ha de conmover al pueblo, en
doble sentido: positivo (Cristo de la Caída) o negativo (romano, si lo llevara)
buscando el rechazo y repulsión de su maldad. Las procesiones son una
catequesis, fundamentalmente visual, en la que el pueblo comprende y se instruye
en los misterios de la Pasión de Cristo y que ofrece, a quien quiere ver u oír,
motivos de meditación. El desfile penitencial
procesional, hoy en día, es el resultado de una conjunción de muchos elementos:
el paso, con su imagen, sus costaleros y hermanos con sus hábitos y capuz de
esterilla verde con su cruz de madera visible y cordón blanco al cinto,
portando sus cruces penitenciales y antorchas, el sonido de las campanas como
llamada de atención, junto con los sonidos acompasados de los tambores rompiendo
el silencio de la noche y la luminosidad de las antorchas y luminarias. Estos
elementos permiten que el conjunto sea, a la vez, igual y distinto a lo largo de
los años pero no son lo fundamental, sino simplemente el envoltorio del mensaje
de la Pasión. El desfile procesional es lo
que se ve de la cofradía, lo que se ve en la calle, lo que llama la atención y,
por qué no decirlo, lo que se alaba o critica, lo que despierta pasiones y lo
que hace que los demás fines de la cofradía pasen desapercibidos. Esta escenificación se
convierte en tradición, que pasará de padres a hijos, de generación en
generación y se ve reforzada por las estaciones a cargo del sacerdote a la
salida y final de la misma. 3.-Peniténcia: En la Baja Edad Media, la
gente del pueblo capta muy bien el mensaje de la Pasión (sacrificio del Hijo de
Dios por los hombres). La Iglesia enseña una doctrina de esperanza: no hay
persona incapaz de arrepentimiento y de volver a empezar. La cofradía
penitencial facilitaba ese “volver a empezar”. Las procesiones de las
cofradías penitenciales surgen de la necesidad de hacer una imitación popular y
meditación pública de la Pasión de Cristo. Son el reflejo de un sentimiento que
impulsa a recordar, representar y recrear los hechos acaecidos en la primera
Semana Santa y a unirse al sufrimiento de Jesús. El pueblo trata de compartir
el sacrificio del Hijo de Dios haciendo prácticas de penitencia como un acto
expiatorio y como medio para obtener la santificación personal y la salvación. Las procesiones de Semana
Santa expresan el dolor y penitencia, contribuye a ello el horario nocturno (de
noche), el anonimato de los penitentes, la severidad de su indumentaria y el
recogimiento de los fieles. Los cofrades (nazarenos,
penitentes, costaleros, etc.) se someten a una variedad de prácticas
penitenciales voluntarias que conllevan sufrimiento físico: cruces a cuestas,
pies descalzos y el silencio. 4.- Expresión de fé: Las procesiones también son
un reflejo de la fe del pueblo, condensada en símbolos, por un lado por la
manifestación de unas creencias y por otro lado, por el sentimiento con el que
la piedad popular, desde el anonimato pretende simplificar y comprender la
Pasión de Cristo. 5.- Fomento de las prácticas religiosas: La obligación de confesión y
Comunión Jueves Santo, las Misas obligatorias, los oficios de Jueves y Viernes
Santos, etc., son actividades fomentadas por las Cofradías y Hermandades de
Semana Santa actuales, aunque aún no, en su justa medida. Aunque su finalidad
explicita fuera la religiosa, la hermandad constituye un caldo de cultivo
adecuado para que sus miembros se relacionen, aunque pertenezcan a distinta
clase social. Los cofrades entran en contacto directamente, dentro de un medio
que les une, de una forma habitual y prolongada en el tiempo. En definitiva, la
cofradía posibilita la relación social y la hace perdurable. La continuidad de la
relación social no se basa en algo circunstancial, se basa en la existencia de
unos reglamentos, y en la adhesión de cada individuo a la hermandad en sí misma.
El aglutinante fundamental lo constituye la devoción a una imagen concreta,
mucho más que a la adhesión a unas creencias y el cumplimiento de unos
preceptos. Esta integración simbólica
del grupo, realizada a través del nexo común del Cristo, se expresa públicamente
durante el ciclo ceremonial de cultos y celebraciones que culmina en las
procesiones. La integración simbólica
desborda el plano estrictamente religioso, haciendo posible que el símbolo de
pertenencia al grupo, pueda extenderse a aquellos que, desde una óptica
cristiana purista, puedan ser catalogados como indiferentes o incluso contrarios
a la Iglesia. La Hermandad ha sido en
estos años, y sobre todo, su procesión de Martes Santo, una forma de
religiosidad popular, que aunque lo externo pueda destacar más que lo interno y
la forma llamar más la atención que el fondo,ha sido fácilmente comprendida y
ha facilitado el encuentro del hombre de la calle con Dios. Las personas que la integran
desde hace veinticinco años eligieron pertenecer a una Cofradía distinta de
Semana Santa, especialmente jóvenes. En ella, buscaron amigos que allí
encontraron, integración, protagonismo... pero quizás algo más, algo que solo
encuentran en este tipo de Hermandades.
Una persona hace penitencia de forma anónima y anual,
procesionando, cargando una cruz, etc. Me cuesta creer que lo haga año tras año
por diversión o por protagonismo. Todo eso lo puede hacer en otras
asociaciones. ¿No será que, consciente o inconscientemente, busca algo más? Aprovechemos este xxv
Aniversario de la Hermandad para incorporar a la juventud, aprovechemos la
capacidad de convocatoria de la Hermandad para educar, formar, reconducir,
catequizar y reevangelizar.
|